Nuevo disco de Impass: "Obseso"

#07 / Biografía de Impass por fascículos - 2

Hilario Vela, aportó ese toque de profesionalidad que tanto necesitaba la banda. Impass buscaba el perfeccionamiento técnico y la deconstrucción de compases increíblemente complejos, para ser impecablemente interpretados con su mugriento bajo. Gracias a su exquisita preparación musical en los mejores –y únicos- colegios de música, sabía llamar a las cosas por su nombre. Una vez utilizó la palabra mezzopiano, así, como si nada. Para que sus desproporcionados conocimientos musicales no lleguen a abrumar al resto de la banda -provocando los temidos recelos que siempre generan los grandes cuando están rodeados de gente mediocre, de mirada vacía y con unas nulas aptitudes musicales-, Hilario ha sabido compaginar su excelsa capacidad interpretativa y compositiva con una pereza tan desconcertante como adecuada. Así, el bajista de Impass, equilibra su genialidad con los miedos de los mediocres, convenciendo al resto de la banda que, aunque Hilario sea un dios rodeado de insignificantes hormigas, no supone ningún peligro a la integridad musical de la banda, ya que es tan vago que nunca eclipsará más de lo aconsejable al resto de intérpretes.

La banda fue completando su repertorio y comenzó a trabajar en un directo digno, repleto de alardeos técnicos, letras pegadizas y chistes sobre gordos, consiguiendo compensar dignamente la ecuación beneficio/esfuerzo que tanto agobia a los músicos de la cultura de base.

Varios meses después de su fundación, Sergio Tirado, abandonó su puesto como batería de Impass para dedicarse a su verdadera afición, la docencia. En concreto, el percusionista, sentía debilidad por la enseñanza del arte del esgrima, más concretamente, inmortalizar las enseñanzas del gran Filippo Vadi, quien ya en 1485 dejó patente la importancia del uso de las armas enastadas en aquel hermosísimo arte marcial. Para ello, Sergio Tirado -que nunca había empuñado nada más letal que una baqueta de carbono-, tuvo que dedicarse exclusivamente a aprender los entresijos de la esgrima durante, por lo menos, los próximos dos meses, viéndose forzado a abandonar su faceta como músico. El mismo Klinxo afirmó, en una conversación privada con Hilario Vela: «Si quieres convertirte en maestro del complejísimo arte del esgrima, deberás ir, como mínimo, media clase por delante de tu alumno». La obsesión de Hilario por graba todas sus conversaciones, para así poder acreditar que alguien ha dicho lo que él dice que ha dicho, ha ayudado a documentar de forma fehaciente esta biografía.

Después del revés que supuso la marcha de Sergio Tirado a la batería, la banda recurrió a un conocido amigo, cuyas habilidades interpretativas habían quedado patentes en otros proyectos, como Malos Vicios o Animal Caliente. Juanjo Estall “Bulla” formó parte de Impass, alimentando así la extraña inclinación de Fernando por emplear sólo baterías con apodos inquietantes. El idilio del Bulla duró relativamente poco tiempo, ya que pronto quedó patente que el nivel de estrés al que se estaba sometiendo, al pertenecer a más de cinco bandas a la vez, hacía peligrar su propia salud y los dientes de aquellos guitarristas que le recordaban que «ese contratiempo no va ahí». Debido al elevado nivel de estrés, Bulla tuvo que reducir considerablemente el ritmo y centrarse en sólo dos de sus bandas, compatibilizando su pasión con un asfixiante trabajo como traficante de productos farmacéuticos.

Mientras, la banda iba evolucionando y sonando cada vez más compacta, pero siempre con la desventaja de no poder estabilizar el conjunto debido a la continua marcha de baterías, siempre por razones ajenas a la banda, y conservando una exquisita relación entre los miembros de Impass y aquellos que iban marchándose.

Con la marcha del Bulla, la banda se centró en la composición y el ensayo con caja de ritmos, comenzando así la etapa más placida de la banda. Bautizaron a aquella caja de ritmos con el nombre de Andrés. Andrés no se emborrachaba, dejaba de tocar cuando se lo pedías y nunca lapidaba importantísimos debates técnico-musicales a base de redobles innecesarios o golpes de caja gratuitos, evitando incómodas afonías al resto de miembros. Andrés mantenía el ritmo como la máquina que era y nunca nadie se atrevió a echarle en cara ningún error a la hora de ejecutar una pieza. Pero la banda seguía necesitando el calor humano y compartir los gastos de local de ensayo con alguien más, así que volvió a ponerse con el tedioso proceso de búsqueda de batería, dando por fin con otro de los grandes baterías de la historia del rock castellonense, Vicente Silvestre, miembro de bandas tan ilustres como Los Romeos, La Sentencia, Morcillo y los Rangers...

Vicente aportó suavidad y mesura a la banda. Destripó los temas, analizó sus partes y reinventó ritmos de batería en temas que se consideraban intocables, asombrando al resto de Impass y al público. Fue una etapa muy compacta para Impass, se dio una importancia extra a los silencios y a los contratiempos, creando un estilo cada vez más definido y con una personalidad abrumadora… conceptos tan de crítica musical rancia y falta de imaginación que echan para atrás, pero que componen una verdad inamovible: el grupo cada vez molaba más.