The more I know the less I understand

#01 / Buenos tiempos para el periodismo

Después de inclinarnos ante vosotros, os saludamos y os damos las gracias, mecenas. Y os pedimos permiso para haceros partícipes de algunas reflexiones con motivo del éxito en la financiación de nuestro proyecto.

Hemos comenzado con un titular que puede llevar a engaño, que sugiere más de lo que afirma, que seduce pero no informa, como si el periodismo pudiera resistir experimentos de este tipo mientras suplica que lo salven o que lo maten de una vez. Pero es que para decidir si queremos hacer periodismo, primero tenemos que saber si verdaderamente el ciudadano lo exige. Queremos descubrir a qué nos enfrentamos y tenemos muchas dudas sobre nuestro protagonismo en este proceso de transformación. Dudas que os transmitimos desde el mismo titular, al que le faltan dos signos de interrogación: ¿Son buenos tiempos para el periodismo?

En este momento nos sentimos como una especie de primeros astronautas en los que unos chiflados han invertido una pequeña suma de gran valor para ver si hay vida inteligente en otros planetas. Por ahora miramos al mundo desde el cristal del laboratorio, por miedo al contagio de la realidad exterior. Aquí dentro encontramos cada vez más preguntas y menos evidencias y observamos nuestra profesión con el descaro y la ingenuidad de los que todavía no han necesitado mancharse las manos.

¿Y para qué manchárselas? Como si vendiéndonos al periodismo más sensacionalista de este país fuéramos a tener la vida resuelta, y no hablemos de la conciencia. Un trabajo precario en un periódico no nos va a dar de comer mejor que la huerta, por no hablar de la dignidad que otorga cada uno, así que hemos decidido hacer periodismo para poder contar a nuestros hijos que nosotros sí lo intentamos.

Es cierto que hay propuestas reales de cambio en el panorama informativo español, y que algunos aventureros están sobreviviendo a la travesía, pero no es menos cierto que para conseguir la confianza de una parte importante del público prácticamente todos dicen lo que su público quiere ver o escuchar. En este país se acepta muy mal la autocrítica, la duda o la contradicción y hay pocas oportunidades para el que no enjuicia desde el titular. ¿Qué quiere decir? ¿Por qué me hace dudar? ¿De qué lado está? ¿Acaso no está seguro el/la periodista?

Hemos notado este elemento cultural en nuestro supuesto público, y es que para nosotros hubiera sido mucho más fácil habernos puesto del lado de los que más sufren, los palestinos, sin haber tratado de comprender nada más, y habernos ganado la sensibilidad de mucha gente de un plumazo. Nunca nos pondremos del lado del asesino, pero entendemos, y nos satisface que se haya entendido, que el periodismo no puede reducirse a la pretensión de permitir que los que se creen en posesión de la Verdad, puedan autoafirmarse políticamente. Creemos que nuestras pretensiones deben ser mucho más humildes: comprender al ser humano, provocar dudas, construir una realidad con palabras e imágenes sin pretender que sean espejo de la realidad, contrastar diferentes realidades, conocer nuestras propias limitaciones, etc.

En ésta época de fe en el desarrollo y en los descubrimientos de la ciencia, se acepta muy mal la incertidumbre que nos aplasta. Los periodistas nos hemos convertido en los transmisores de la Verdad, que como una cinta transportadora colocamos en el público necesitado de ella. Nosotros renegamos de esta misión, como ha renegado siempre el periodismo honesto, y hacemos nuestra la consigna de ‘ir, escuchar, ver, volver y contar’. Sin olvidar que la objetividad no existe, porque la realidad es inabarcable, y que para construir una información veraz el periodista ha de ser honesto, preciso y prudente. Nada más.

Recuperando el hilo, ¿por qué dudar de esta época si dos completos desconocidos han podido financiar un proyecto periodístico diferente? Aunque esta gran noticia nos ilusione, también hemos comprobado en cierta medida que el terreno en el que nos movemos es tan hostil como frágil. Por un lado, hostil, porque la mayoría de los periodistas que pensábamos que podían habernos echado un cable, no lo han hecho, e incluso alguno ha renegado de nuestra supuesta forma de trabajar (otros han apoyado, pero muy pocos); también porque los medios de comunicación, sobre todo locales, no nos han apoyado cuando lo necesitábamos y ahora pecan de oportunismo (aprovechando el tirón mediático durante los bombardeos en Gaza); y por otro frágil, porque si sumamos todas las crisis a la del periodismo, y tenemos en cuenta nuestra falta de recursos, es fácil sentirse en la cuerda floja. En cualquier caso, este panorama nos reafirma en la voluntad de no tener jefes, aunque nunca se sabe.

Quizá sea la crisis en el modelo de negocio la que nos hace sentir tan indefensos o puede que ser jóvenes nos impida acceder y por lo tanto ver más allá de lo que está delante de nuestras narices. Lo que es seguro es que aun tenemos que terminar un documental para enseñárselo al mundo, que hemos llegado hasta aquí gracias a vosotros, y que el futuro, pese a los análisis que hemos hecho hasta ahora, es del todo impredecible.

Gracias por acompañarnos en el viaje, seguiremos informando.