GAARIA - Fantasía, Magia y Rol

#05 / Literatura en Gaaria

Uno de los aspectos más notorios de Gaaria es la cantidad de literatura que ofrece. Siendo que las primeras 178 páginas son pura narración literaria, hemos querido ofrecer una muestra de varias introducciones de apartados, y alguna descripción más.

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Introducción de Aakhendal, inspiración de los aventureros del bien.

El hombre tenía el pelo negro como una noche sin luna, revuelto, pero no sucio; casi salvaje. Lucía barba de varios días, ropa de viaje descuidada, aparejos de toda clase, botas desgastadas, y la sonrisa más sincera que mis ojos han visto.

No le vi llegar, pues yo estaba tirada en el camino; lloraba desesperada por haberme perdido.

Recuerdo bien sus palabras cuando me tendió la mano: “No temas, hija mía, pues no está perdida quien puede caminar”.

“¿Hija mía?” , le repuse. “Vos no tendréis más de treinta años”. Su espontánea risa llenó el anochecer, si bien no la entendí en ese instante.

En torno a la hoguera le conté mi historia, que escuchó atento, aunque su mirada parecía estar en otro lugar, en otro tiempo. Me ofreció consejo, me obsequió con comida, y su compañía reconfortó mi espíritu con una paz misteriosa.

Han pasado veinte años desde aquello, y todavía lo revivo en sueños. La generosidad, la camaradería, esa presencia que parecía infinita. No me pidió nada a cambio. No insinuó nada. ¿Qué podría haberle dado yo a alguien así?

Con los años, más experimentada y más sabia, lo he comprendido al fin.

Aquella noche estaba en presencia de Dios.

Introducción de Silvo, Dios de la naturaleza y el renacimiento.

La vida es un ciclo, hijos míos. Nace, se desarrolla, se reproduce y muere.

Su muerte alimenta a otros, que a su vez alimentarán a más. Cada nuevo episodio es un pequeño progreso, una adaptación, un paso.

La vida es frágil en sus inicios, pero imparable después. Miles de generaciones os preceden. Otras miles os sucederán.

Vosotros, los druidas, defenderéis la vida. No la moral, ni las leyes. No las emociones, ni las ideas.

Sólo la vida.

Introducción de Zoolf, uno de los dos dioses del caos.

Cuando encontramos al sacerdote de Zoolf no vimos mucha diferencia con respecto a los seguidores de Nibki. La única excepción era su símbolo, que, en lugar del rostro retorcido de un payaso sádico o una aberración sin sentido, representaba un cocodrilo con cabeza de jirafa. Por lo demás, lo mismo: las luces de colores bailando en sus ojos, la sonrisa nerviosa, los gestos histéricos.

Mi compañero señaló que incluso la heráldica podía ser un engaño, pero yo lo dudé. Puedes encontrar a servidores de Nibki o de Zoolf portando enseñas de otros dioses, pero rara vez intercambian las que les son propias. Parece haber una animadversión muy profunda entre ellos, que nadie entiende y que responde a diferencias que nadie ve.

Cuando quisimos preguntarle por este hecho, el alegre sacerdote emitió un grito de rabia y nos intentó matar.

Introducción del apartado Los Planos

El viejo sacerdote tenía la costumbre, siempre que sus deberes se lo permitían, de subir cada noche a lo alto de la torre de vigilancia o del faro a observar el cielo nocturno. En una ocasión, cuando ya tuve más confianza con él, le pregunté por qué.
“Para seguir soñando”, me dijo. “No existe mayor fuente de misterios en el mundo que lo que oculta su cielo estrellado”.

En ese momento no lo entendí. Pero conforme pasaron los años y continué mis estudios, fui descubriendo más y más lo limitado que es nuestro conocimiento. Aprendí que cada uno de esos puntos de luz puede ser muchas cosas: pueden ser estrellas, algunas de ellas repletas de vida, pueden ser cometas lejanos, a veces utilizados como vehículos por seres increíbles, e incluso mundos gigantes, brillantes como tesoros de leyenda.

Dicen también que el inmenso vacío oscuro tampoco es tal, que lugares incomprensibles se esconden allí esperando viajeros que sean a la par brillantes y valientes, y que la misma magia toma forma, siendo a la vez carretera y destino.

Dicen que incluso los dioses tienen allí su morada, y que nuestro viaje no concluye aquí, sino que prosigue más allá de esta frontera. Yo no lo sé, pero he de reconocer que he adoptado el mismo hábito que el sacerdote. Y en ocasiones, cuando mi mirada se pierde en la inmensidad, me pregunto si el pobre viejo me está observando desde allí.

Introducción del apartado Magia

El mundo físico está limitado.

Un guerrero experto conocerá los límites de su fuerza, un explorador llegará hasta donde alcancen su visión y olfato. Un cambiaformas se constriñe a lo que ya existe, mientras que un sacerdote vive de poder prestado.

Las emociones, la adrenalina, el miedo, esos pobres maestros, podrán hacerte rebasar tu límite, no mucho, e hiriéndote en el proceso. Tus aliados, tus amigos, o el oro te permitirán disponer de un extra, que, de nuevo, quedará en nada conforme te abandonen.

Sólo la magia supera todos los límites. Es inconmensurable, un reflejo del infinito, una herramienta perfecta. Sólo la magia te acerca a los poderes que fundan el mismo universo.

Sólo los magos pueden convertirse en Dios.

Introducción del apartado Seres Extraplanares

Los hay que se disfrazan de nosotros, pero no pasan de ser grotescas imitaciones, trajes improvisados que contienen lo incomprensible.

Otros adoptan forma animal, pero su magia y atributos los delatan, como rubíes arrojados sobre rocas mundanas.

Plantas ardientes que no se consumen, fuegos que se comunican con tu mente, tormentas con voluntad propia, seísmos generosos, genios compasivos, luces crueles.

Seres alienígenas, habitantes del vacío entre mundos, peregrinos en autopistas de pura magia.

Sus intelectos se ríen del nuestro, y sin embargo nos observan, curiosos algunos, temerosos otros, tal vez por nuestro potencial, o quizá porque no logran entendernos.

Apartado completo ENCARNACIONES DIVINAS

Qué maravillosa posibilidad, qué honor extraordinario, pensar que lo infinito tome forma, y decida asemejarse a nosotros.

Imaginad lo inefable paseando por el campo, un intelecto inconmensurable escuchando tu historia, compartiendo tu pan, bebiendo tu vino, creando un recuerdo que jamás morirá.

Imaginad el tocar a alguien así; ayudar a lo divino a recordar lo humano, el calor de un abrazo, la sonrisa tras un beso, el orgullo tras la victoria, la vergüenza del fracaso.

Imaginad que os cruzáis con el Amor encarnado, o que tenéis ocasión de dar un golpe al Odio mismo. Imaginad echarle un pulso al Orgullo, o retar a la esencia misma de la Libertad.

Imaginad, por un instante, el valor de nuestra vida, de nuestras acciones y de todo cuanto nos motiva, si quienes todo lo son y lo pueden necesitan, en ocasiones, bajar al barro con nosotros; vivir.

Si tenéis la ocasión, por improbable que sea, de compartir un día con uno de ellos, no olvidéis estrecharle la mano con fuerza; habladle de vuestros logros, de vuestras penas, pedidle guía o consejo, y miradle directamente a la cara, escrutando en sus ojos la eternidad.

Aquí termina la introducción

Dice un viejo proverbio enano que “aquel que pasa demasiado tiempo en la cima, olvida la base; aquél que pasa demasiado tiempo en la base, olvida las minas”. Esta sencilla enseñanza, aplicable a todos aquellos que escalan en las pirámides de poder, influencia o privilegio en una sociedad o un grupo, se puede aplicar en realidad a cualquiera que se aleje lo suficiente de sus orígenes o de la situación de aquellos a quienes representa, perdiendo por el camino la perspectiva, la empatía o la memoria que le legitimaban o que le pusieron en marcha en un principio.

Al parecer, esta verdad resuena incluso en la más alta de las cimas, el más inabarcable de los ascensos, donde el conocimiento y el poder rozan lo infinito, sólo frenados por aquellos en el mismo escalafón.

Se debate si existen otros motivos por los cuales los dioses se encarnan en un cuerpo mortal para vivir una vida, en principio común y corriente, al menos para los estándares divinos. Sí que está mayoritariamente aceptado que la experiencia de nacer, crecer, sufrir, gozar, triunfar y fracasar, incluso en las pequeñas cosas, hace que aquellos que son absolutos recuerden lo que es experimentar la vida encerrados en un cuerpo de carne, sangre y huesos. Eventualmente, incluso el natural miedo a la muerte puede resultar una experiencia valiosa para aquellos que han trascendido la mortalidad.

Existen una serie de reglas para estas encarnaciones. Por ejemplo, una vez detectada una encarnación divina, los otros dioses no pueden presentarse ni enviar a sus más poderosos avatares a erradicarla, apresarla o absorberla de modo alguno; se cree que esto viene auspiciado por la Fuerza Motora del Multiverso o los misteriosos Espíritus Peregrinos, quienes velan por la posibilidad de experimentar, cambiar y evolucionar de todos los seres, incluidos los dioses, y en caso de ser quebrantada esta regla la inescrutable Fuerza tomaría partido de algún modo, tal vez asestando un golpe tal contra el agresor que, entonces, otros dioses podrían tomar ventaja contra él. O quizá, siendo que la deidad no deja en absoluto de existir como tal mientras está encarnada en un cuerpo mortal, el ataque contra su encarnación supondría una defensa total por parte de sus fuerzas tal como si fuera atacada directamente en su Plano de Dominio Divino por una entidad rival, con lo que no se trata de algo tan sencillo como erradicar a un ser humano cualquiera. O quizá, aunque esta es la teoría menos apoyada, se trata de un entente común entre los dioses, un respeto mantenido hacia la posibilidad de tener esta experiencia terrenal sin que termine en el mismo instante del alumbramiento. Pero pese a que tampoco puedan ser enviados los principales avatares del dios rival a hacer el trabajo sucio, nada impide a un agente devoto independiente, no directamente en comunión con su dios ni recibiendo órdenes directas de un avatar, el acabar eventualmente hiriendo o dando muerte a dicha encarnación.

Y, por último, aunque se desconoce si esto es una regla o un mero acto de coherencia con la experiencia de encarnarse, nunca toman la forma de poderosísimos titanes o, por ejemplo, seres extraplanares de inconmensurable poder. Dado que su poder como divinidades ya es infinitamente superior al de algo así, y su objetivo no es conquistar un mundo concreto (algo nimio para los dioses, salvo contadas excepciones), la encarnación suele darse en un cuerpo mortal común, al margen de que se escojan orígenes humildes, rurales o urbanitas, o incluso de sangre real. Estas encarnaciones rara vez abandonan su mundo de origen, ni acaban alcanzando la inmortalidad o jugando un papel protagonista en el desarrollo de la infinita partida de ajedrez multiversal.

No obstante esto, su espíritu, su sabiduría o sus enseñanzas son tan trascendentales, tan soberbias, que eventualmente trascienden su tiempo y acaban siendo joyas excepcionalmente valoradas tanto por sabios como por teólogos o sacerdotes, ya que, a fin de cuentas, tanto sus palabras como sus actos son ejemplos de origen divino.

Con todo, esto es algo que se ha dado pocas veces en la historia, que se sepa, siendo conocidas un par de encarnaciones de Ánima, una de Tsotno, y se atribuyen sin confirmar algunas más a Corigo, Darlasis, Tanarond o Franja. Nerogzof, por razones obvias, jamás se ha encarnado en un ser vivo, aunque no se descarta que pudiera poner parte de su esencia en un no-muerto, aunque se considera improbable. Se cree que Aakhendal nunca lo ha hecho, lo cual choca con su espíritu aventurero y explorador; aunque, por otro lado, es el único dios al cual, sin abandonar su forma, se le ha visto caminando por los mundos. Al resto se le suponen algunas encarnaciones puntuales, pero la cantidad de embaucadores y líderes sectarios que se han hecho pasar por encarnaciones divinas también obliga a sospechar de cualquiera que se haga pasar por una. De hecho, un elemento común a todas ellas es que hablan de su naturaleza con circunloquios, siendo que no son conscientes de ser una encarnación divina desde su nacimiento, y algunos de ellos es posible que no lo sepan con seguridad durante todo el transcurso de su vida mortal.

Apartado completo FRANJA: LA SANGUINARIA

Tus patas grises apenas te sostenían. No podías rastrear con ese hocico viejo. Tus orejas, antaño erguidas y solemnes, caían a tus lados como hojas de sauce, y caminabas a mi lado, melancólico, fluyendo tranquilo como río en su cauce.

Ya no ayudabas en la caza, no vigilabas, gruñías al viento, dormías demasiado y roncabas de noche. También comías mucho, quizá por miedo.

Pero todo lo que perdiste de ágil lo ganaste de sabio y de amigo. Ninguna compañía era como la tuya, ni hubo mejor ejemplo de lealtad y cariño.

Cuerpo de anciano, alma antigua, observando el mundo con ojos de niño. Te han matado por capricho. Por deporte. Por saciar una sed de sangre que no entiendo. No por comida, no por peligro, tampoco por ser yo su enemigo.

Llenabas el mundo con tu sola presencia, y aunque eras viejo, estabas vivo. Tenías esa pesada y tranquila calma que siempre ofrecía amor y abrigo.

Descansa, amigo, y que dios se apiade de tu alma, pues fuiste más noble y mejor que sus hijos.

Aquí termina la introducción

Suele decirse que la naturaleza es cruel, implacable. Una máquina biológica que se devora a sí misma creciendo exponencialmente, donde el más fuerte se adapta y el débil perece. Pese a esto, la naturaleza entraña una cierta justicia, siendo que todo depredador contribuye con su caza a un equilibrio necesario, forzando a sus presas a evolucionar y, con ello, debiendo él mismo adaptarse en respuesta. Así, la velocidad, la sangre o el dolor constituyen, en ocasiones, un final abrupto pero necesario para la vida; un sacrificio de quien ha muerto para que el ciclo salvaje siga funcionando.

Esta lógica se rompe cuando aparece la inteligencia.

Si bien incluso las razas indómitas, más apegadas a la naturaleza, exhiben en muchas ocasiones comportamientos crueles e innecesarios hacia animales y plantas que no han desarrollado la suficiente inteligencia y permanecen en un escalafón inferior de entendimiento, es con los pueblos libres donde este comportamiento alcanza su máxima expresión. Sea por deporte, miedo, orgullo, sadismo o cualquier otro motivo banal, los humanoides que pueblan los mundos acaban con la vida de seres animales y vegetales que después no van a consumir, que no amenazan su entorno ni han cometido provocación previa. En algunas ocasiones no son totalmente conscientes de lo errado de sus acciones, pero en cualquier caso para los seguidores de Franja esto no suele constituir una excusa válida.

En general, se considera a la Diosa de los Animales una entidad bondadosa, principalmente por extrapolación del carácter de sus seguidores, que en su mayoría son gente pacífica y de buen corazón, o incluso aventureros bienintencionados hacia la vida y la naturaleza. No obstante, existen pequeños grupos de seguidores, así como algunos individuos destacados, que no dudan en sacrificar la vida de personas, indistintamente de si son pueblos libres, razas indómitas u otros, ya sea realizando rituales de sangre que fortalecen a sus bestias, o simplemente acabando con ellos para evitar daños futuros e incluso como venganza por acciones pasadas. Algunos de ellos llegan a pactar con fuerzas oscuras para obtener un poder que les permita defender mejor a los animales, o fortalecerlos, pagando precios que cualquier seguidor de las fuerzas del bien consideraría inaceptables.

Si bien la corrupción es algo que puede darse en cualquier esfera, habiéndose dado casos incluso entre los ángeles, el debate acerca de la auténtica naturaleza de Franja se abre cuando queda demostrado que ante estas actitudes sanguinarias la diosa no retira su favor a sus seguidores. De hecho, algunos de los ritos de sangre más violentos y enfocados al poder y la guerra quedan recogidos en un tomo de autoría anónima titulado Franja: Sangre y Furia, del cual se cree que no existen más de veinte ejemplares en el total de mundos conocidos, y cuyo contenido, en caso de que ofenda a la diosa, no ha sido censurado por esta ni se ha pronunciado en modo alguno.

Los avatares benignos más poderosos de la Diosa de las Bestias Salvajes guardan silencio respecto a esto. A fin de cuentas, su lealtad es hacia la fauna que puebla los mundos, el ciclo de la vida y su propia deidad, así como es suyo el intento, no siempre sencillo, de mantener una saludable y beneficiosa alianza con los seguidores de Silvo. Si bien muchos de ellos se negarían categóricamente a realizar torturas, sacrificios de personas inocentes o pactos con fuerzas oscuras, no entran en guerra con aquellos seguidores de la diosa que, en un momento de necesidad, sí hacen uso de estos métodos.

Algunas corrientes de pensamiento esgrimen la idea de que en un ambiente sumamente hostil, un universo plagado de guerras y peligros, la evolución de los seres salvajes exige el uso de tan radicales métodos para su supervivencia; que es en realidad la maldad de los seres inteligentes la que lleva a las bestias a adaptarse de igual modo. Si esto es así, no pocos temen que, eventualmente, Franja se convierta en la primera deidad que, ya encumbrada en el Panteón, cambie su alineamiento y se vuelva abiertamente malvada. Cómo afectaría esto al equilibrio cósmico es todavía un misterio.