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Niños del desamparo

Un libro que te dejará el cuerpo regular y otro súper cuqui para compensar.

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Aquí estamos otra vez porque hemos venido.
Esta vez queremos hacer un libro. Vale, sí, cómo siempre.
Quizá sea mejor que vayamos al grano...

Queremos recopilar, en un único tomo y en papel, los cuentos de Los niños del desamparo, que hasta hora solo han visto la luz en digital.

¿De qué van estos cuentos?
Son cinco relatos breves que cuentan cinco historias independientes, todas protagonizadas por niños, todas ambientadas en los años 80, todas con el mismo pueblo de fondo.

¿Son historias autobiográficas?
No. Si lo fueran estaríamos pidiendo dinero para ir a terapia, no para imprimir un libro. Porque son historias muy, muy chungas, de pasar angustia y miedo y a veces un poco de asquete. De hecho, se podría decir que son...

...historias que te dejan el cuerpo regular.

¿Y si no quiero quedarme con el cuerpo regular?
Ya, hay gente a la que le pasa. Por eso a la vez estamos trabajando en un cuento infantil, 100% feliz, 100% cuqui, inédito e ilustrado, La niña en el mar.

Sobre las recompensas

Let's keep it simple... de momento.
Vamos a tener cuatro recompensas:
El ebook de La niña en el mar
El libro La niña en el mar
El libro Los niños del desamparo
El pack con todo

Y ya.

Y estas recompensas... ¿Cómo son? ¿A qué dedican el tiempo libre?
Pues lo iremos contando poco a poco. Nos gustan las sorpresas y tenemos 40 días de campaña por delante. Con algo nos tendremos que entretener.

¡¡¡Ojito conmigo!!!
Porque solo durante cuatro días tenéis disponible una recompensa extra: un retrato de tu niño interior realizado a mano por ZaraJota.
Esta recompensa no va incluida en el Pack Tojunto, por lo que hay que adquirirla aparte.
Podéis encontrar más info aquí.

¡¡¡OBJETIVO 1500 CONSEGUIDO!!!

Lo celebramos, tal y como prometimos, con una foto altamente vergonzante de la infancia de Lorzagirl y, además, con una nueva meta:

Si llegamos a 2000 euros habrá un nuevo cuento especial navidad.

Por supuesto, este cuento se incluirá en la versión impresa, salga cuando salga, pero para no dejar pasar la emoción de estas fechas, también saldrá en formato ebook y los mecenas recibirán el enlace para descargárselo y leerlo, presuntamente junto a la chimenea, el 24 de diciembre.

Quiénes somos

Angela Porras, Lorzagirl, padece de incontinencia verbal y por eso escribe sin parar libros, que luego publica, en su mayoría, mediante crowdfunding porque no hay editorial que le siga el ritmo.

Toni López, ZaraJota, es su amigo, es su ayudante, siempre a su lado. No, espera, eso no era. Es dibujante y paciente colaborador. Hace cosas muy variadas, entre ellas mover cajas de libros. Bueno, sobre todo mueve cajas de libros.

A qué destinaremos vuestras aportaciones

Esta parte siempre es un poco repetitiva: pues a imprimir los libros y a mandarlos por correo, a qué las vamos a dedicar.

Calendario previsto

Como está por medio el mes de navidad, que siempre es complicado para hacer cosas locas como, pongamos por caso, mandar libros por correo, vamos a ser conservadores: esperamos que todas las recompensas estén enviadas antes de que acabe marzo.
Si has participado antes en una de nuestras campañas, ya sabes que solemos ser puntuales y que os vamos informando de cada paso a través del blog del proyecto. Sí, somos unos turras. O, como lo llaman ahora, una experiencia inmersiva.

+ Info

Como decíamos en el apartado anterior, nos gusta el blog del proyecto más que dormir la siesta viendo un documental.

También nos podéis encontrar en redes, especialmente la red social anteriormente conocida como Twitter:
FoscaNetworks
Lorzagirl
Zarajota

Y podéis escribirnos siempre que haga falta, claro.

Preguntas frecuentes

  • ¿Quién ha escrito estos cuentos?

    Parece que no ha quedado claro: los ha escrito Angela Porras, Lorzagirl. El libro cuqui además está ilustrado por Antonio López, Zarajota.

  • ¿Por qué los cuentos para adultos no están en ebook?

    La edición digital de 'Los niños del desamparo' ya está disponible online en Lektu, podéis obtenerla en : https://lektu.com/c/foscanetworks/1681/ninos-del-desamparo

  • ¿La ilustración de tu niño interior va incluida en el pack Tojunto?

    No, el dibujo es una recompensa extra que solo estará disponible por tiempo limitado y por tanto debe adquirirse aparte.

  • ¿Puedo pedir que en la ilustración salga más de una persona?

    Sí, por supuesto. Solo ten en cuenta que el espacio es limitado (A5; una cuartilla de toda la vida), y que debes tener permiso de los otros implicados o sus padres, madres o tutores legales (en caso de que sean niños) para utilizar su imagen.

¿Tienes alguna otra duda o pregunta?

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2 comentarios

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  • Leydhen

    Leydhen

    6 meses

    (Ha quedado fatal, pero que conste que siempre es un placer leerte).

  • Leydhen

    Leydhen

    6 meses

    No sé yo si me leeré el libro de quedarse (más) regumal, pero yo os tiro los dineros igual, que hay que llenar estanterías.

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#01 / El libro que deja el cuerpo regular

Los niños del desamparo son una serie de cuentos escritos por Angela Porras (Lorzagirl) que se han ido publicando en digital en Lektu.
Os podríamos contar muchas cosas sobre ellos, como que están ambientados en un pueblo aceitunero en los años ochenta, que están protagonizados por niños pero no son para niños, que te dejan el cuerpo regular...
Pero lo mejor es que lo veáis por vosotros mismos, así que aquí os dejamos un fragmento del primer cuento, Los niños de la casa grande.
Esperamos que os guste.

–Los niños de la casa grande han desaparecido –dice papá.
He entreabierto la puerta de la cochera y sostengo la hoja metálica con mi cuerpo. Pesa. Papá no me mira. Mira por encima de mi cabeza, hacia el fondo, por si los niños estuvieran ahí. Cree que no me doy cuenta, sus ojos se vuelven hacia mí a tal velocidad que, si hubiera parpadeado, me habría perdido el momento en el que escudriñaba el interior de la cochera.
–Quédate aquí –me dice, y sin pensarlo acaricia la culata de su escopeta de perdigones. Asiento. Los hombres están armados y nerviosos: lo mejor es que me quite de en medio. Papá asiente también, comprende que he comprendido–. Vendré a buscarte.
Se pasa la escopeta a la mano izquierda para liberar la derecha. La puerta de la cochera, de chapa pintada de verde intenso, pesa. Doy un paso hacia atrás, y observo entre las sombras cómo papá agarra la manija y tira hacia él. La puerta se cierra con un sonido metálico y crujiente. Es el polvo, el polvo reseco del campo que se mete por todos los resquicios.
Me quedo en la penumbra de la cochera. Huele a tierra, a hojas secas de olivo, a telarañas antiguas, mustias, encogidas sobre sí mismas y cubiertas de la arena finísima y blanca del campo. La cochera es un rectángulo en el que caben dos tractores, uno detrás de otro, aunque ninguno de ellos es muy grande; ni siquiera tienen cabina. El que hay más cerca de la puerta es verde y lleva enganchado un trillo rojo. El que se aparca detrás es amarillo. Nunca lo he visto usar y está cubierto por una capa espesa de tierra. Detrás, apoyado contra la pared encalada, hay un rodillo apisonador. Es un cilindro de metal abollado y sucio, lo bastante grande como para que, de ser hueco, yo cupiera dentro, y lo bastante pesado como para convertir todos mis huesos en astillas si me pasara por encima.
Debe de ser cerca del mediodía; el sol cae de pleno sobre la era y el interior de la cochera se oscurece. Empiezo a tener hambre. No he comido nada desde anoche, que cenamos tomates en rodajas con sal y buñuelos de pan con perejil. El recuerdo de los buñuelos me llena la boca de sabor a ajo y mi estómago gruñe. Nada más salir de la cochera, a la izquierda de la rampa por la que suben los tractores, hay una mata de yerbabuena. Papá no ha cerrado la puerta con llave; quizá si soy lo bastante rápida pueda salir, arramblar con un puñado y volver antes de que nadie me vea. Casi puedo olerla, casi puedo sentir el polvo rechinar entre mis dientes mientras la mastico. El sabor de la tierra y el sabor de la mata, a la vez.
Mi estómago gruñe de nuevo. La rampa está demasiado a la vista; todos los cortijos dan a la era, un espacio despejado y salpicado de socavones que, de vez en cuando, rellenan con kilos y kilos de chinos que van echando con un volquete y repartiendo con palas. En el centro de la era hay dos olmos y a su tronco, fino y blanqueado por el sol, hay atados por cadenas dos dóberman que parecen dormir, abotargados por el calor. A mí no me engañan. Están ahí para ladrar en cuanto perciben algo extraño a su alrededor, a veces mucho antes de que sus amos lo noten. En lo que a mí respecta, siempre ladran en el peor momento, como anoche.
Las matas de yerbabuena están demasiado a la vista de la era y demasiado cerca de mi casa, donde a estas horas debería estar mamá haciendo la comida. Siempre aguanta hasta que la bombona está en las últimas, y me la imagino agarrándola por las asas de color naranja y dándole vueltas para menear el gas y que le dure solo un poco más, hasta que los garbanzos estén tiernos. Al lado, en la mesita de formica, tendrá un barreño con agua y Mistol, y el trapo de cuadros listo para entrar en acción. Aunque se me ocurre que quizá hoy, con lo que ha pasado, no haya tenido ánimo para cocinar. Quizá cuando papá vuelva tendrá que conformase con un mingo empapado en aceite, un poco de chorizo y algunas aceitunas.
Tengo que olvidarme de la yerbabuena. Empiezo a deambular con desgana por la cochera, arrastrando los pies por el suelo de cemento, a sabiendas de que voy arrancando trocitos a mi paso. Todo se deshace: cal de las paredes se desconcha, el mortero se desmorona, el suelo se erosiona. Camino sobre una capa crujiente de materiales diversos, arañados a todo lo que me rodea.
Al fondo de la cochera hay un ventanuco. Es tan pequeño que nadie se ha molestado en ponerle rejas, a pesar de que da a la parte de atrás de los cortijos, a un camino de tierra que transcurre junto al arroyo. Me quito las zapatillas y me subo al rodillo; mis pies sudados van dejando marcas oscuras sobre su superficie. Me estiro todo lo que puedo para agarrar el pestillo entre los dedos y tiro hacia abajo con todas mis fuerzas. El ventanuco se abre con un estruendo que retumba en la cochera y durante unos minutos me quedo quieta, pegada a la pared, mientras mi corazón bombea sangre a mil por hora. Si la ventana diera a la era, el sonido habría alertado a todos los hombres que pululan por los alrededores. Por este lado, en cambio, las zarzas de la orilla y el escándalo del arroyo lo habrán absorbido.
Me asomo con cuidado. Me aferro al marco de madera del ventanuco, cuya pintura verde se descascarilla al tacto, dejando ver la madera de olivo reseca y oscura de debajo. El camino está desierto; las matas de jaramagos se agitan bajo el sol en medio de una nube de insectos golosos. Un grupo de mujeres se acerca por mi derecha; las oigo antes de verlas, de vez en cuando gritan con desgana el nombre de los niños de la casa grande.
Todavía no están preocupadas. A medida que se acercan, me encojo contra la pared. Es mejor que no me vean, es mejor que no recuerden que los niños de la casa grande no son los únicos que rondan la era.

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#08 / ¡El libro en digital ya está aquí!

Los mecenas que los solicitaran en su momento han debido recibir en su correo un enlace para descargárselo. Si no es así, contactad con nosotros para que os lo enviemos a mano.
El libro estará disponible para descarga durante el mes de abril; si queréis descargarlo después, tendréis que escribirnos para que os lo enviemos.
Por su parte, todos los libros en papel quedaron enviados antes de Semana Santa; si no los habéis recibido, ¡escribidnos! (Seguro que empezáis a ver un patrón aquí).
Con esto damos por finalizada esta campaña, y hemos tomado la decisión de no hacer, por el momento, ninguna más. Os agradecemos a todos vuestro apoyo y os recordamos que siempre podéis pedir nuestros libros en vuestra librería favorita o en Lektu.
¡Nos vemos por el mundo!

#07 / ¡El otro libro impreso ya está aquí!


Empezaremos a enviarlo mañana mismo.
Los retratos de los niños interiores también están en vías de finalización, pero no os los podemos enseñar por no sé qué tontería de que compartir fotos de menores sin su consentimiento es ilegal o yo qué sé.
¡Esto en los 80 no pasaba!
Otra cosa que no pasaba era que la gente te dijera "te mando la foto por mail" y no te la mandara. Porque no había mail, pero eso es un detalle en ese caso... Sí, sí, lo decimos por ti... Mirad que siempre podemos dibujaros una caca en un palito...
¡Tenéis hasta finales de semana para evitarlo!

#05 / ¡Tenemos cubierta!

Los milagros de Gisselle Anderson: le das una foto borrosa de hace cuarenta años y te la transforma en una cubierta que es un maravilla.

Con esto y un poco de suerte, esperamos que el libro de los niños esté en imprenta la semana que viene.
¡Seguiremos informando!

#04 / Felices fiestas

Queridos todos,

la campaña ha terminado, los formularios han sido enviados, y aunque pensábamos darlos por terminados esta semana, claramente no contamos con que estaríamos todos atrapados en la locura prenavideña.
Hemos pensado dar un poco más de plazo; los que ya hayáis rellenado el formulario no notaréis nada; el resto, seguirá recibiendo recordatorios de verkami, si no recordamos mal, cada tres días.
¡Comprobad vuestras carpetas de spam!
En caso de que tengáis la recompensa del dibujo, recordad que podéis enviarnos una foto de vuestro niño interior a [email protected] para que ZaraJota lo retrate de la forma más veraz posible (o no).
Seguimos a vuestra disposición en redes sociales, a través de todas las herramientas que ofrece Verkami y nuestro correo electrónico.
Esperemos que paséis una felices fiestas y empecéis el año con buen pie.

#03 / ¡Objetivo conseguido!

¡Gracias a todos por ayudarnos a alcanzar la primera meta!

Lo celebramos, tal y como prometimos, con una foto altamente vergonzante de la infancia de Lorzagirl y, además, con una nueva meta:

Si llegamos a 2000 euros habrá un nuevo cuento especial navidad.

Por supuesto, este cuento se incluirá en la versión impresa, salga cuando salga, pero para no dejar pasar la emoción de estas fechas, también saldrá en formato ebook y los mecenas recibirán el enlace para descargárselo y leerlo, presuntamente junto a la chimenea, el 24 de diciembre.
¡Esperamos que os guste! ¡Seguimos!

#02 / El libro cuqui para compensar

Estamos hablando mucho del libro que dejar el cuerpo regular pero, ¿y el cuqui?
¿Acaso los libros cuquis no son libros de verdad? Si les pinchas, ¿no sangran? Si les haces cosquillas, ¿acaso no se ríen? Probablemente no.
O sea, son libros. Sería muy raro.
Bueno, es caso es que estamos hablando poco de él.

Cubierta provisional provisionalmente provisionada
Cubierta provisional provisionalmente provisionada

Con La niña en el mar hemos querido hacer un homenaje a los libros infantiles de los 80, a los poemas de Gloria Fuertes, a las canciones (infantiles, que las otras... tela) de Rosa León, a los programas para locos bajitos y a los adultos que se dedicaban a crear por y para niños, sin tratarlos como a tontos.

Es la historia de una niña que quiere recorrer el mar. Está escrita casi toda en verso por Angela Porras (Lorzagirl), que aunque cueste creerlo (sobre todo a ella) empezó su fulminante carrera literaria escribiendo poemas en el colegio.
Está ilustrada por Antonio López, pero no ese Antonio López, otro (ZaraJota).

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#01 / El libro que deja el cuerpo regular

Los niños del desamparo son una serie de cuentos escritos por Angela Porras (Lorzagirl) que se han ido publicando en digital en Lektu.
Os podríamos contar muchas cosas sobre ellos, como que están ambientados en un pueblo aceitunero en los años ochenta, que están protagonizados por niños pero no son para niños, que te dejan el cuerpo regular...
Pero lo mejor es que lo veáis por vosotros mismos, así que aquí os dejamos un fragmento del primer cuento, Los niños de la casa grande.
Esperamos que os guste.

–Los niños de la casa grande han desaparecido –dice papá.
He entreabierto la puerta de la cochera y sostengo la hoja metálica con mi cuerpo. Pesa. Papá no me mira. Mira por encima de mi cabeza, hacia el fondo, por si los niños estuvieran ahí. Cree que no me doy cuenta, sus ojos se vuelven hacia mí a tal velocidad que, si hubiera parpadeado, me habría perdido el momento en el que escudriñaba el interior de la cochera.
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