Novela de misterio ambientada en Peñíscola

#03 / SOBRE CRÍMENES HISTÓRICOS Y VENENOS II

SOBRE CRÍMENES HISTÓRICOS Y VENENOS II

Según cuenta la tradición, Pedro de Luna (Benedicto XIII) sobrevivió al envenenamiento con arsénico que padeció en 1418 gracias a la tisana que le preparó su médico personal. Hace dos años tuve la ocasión de probar aquel preparado medicinal, así como el postre que lo envenenó, el "citronat", aunque, por supuesto, esta vez libre de arsénico. Esto ocurrió en una conferencia que Juan Bautista Simó, presidente de la Asociación de Amics del Papa Luna, dio en el Salón Gótico del Castillo de Peñíscola en verano de 2018.

Pero la cuestión aquí es, ¿por qué el arsénico no mató a un señor de 90 años? Esto asumiendo que la tisana, de la que se conoce bien la receta, podría no ser la milagrosa pócima de Asterix.

Se ha hablado de que la falta de movilidad del aparato digestivo de un individuo de 90 años, como era el Papa Luna, pudo contribuir a que el veneno no extendiera sus efectos por el organismo.

Pero existe una hipótesis que merece ser considerada. Según expertos, los azúcares mitigan los efectos de algunos venenos. Así le pudo pasar al Papa Luna, a quien le echaron una cantidad de arsénico del volumen de una almendra sobre su postre favorito.

Un caso muy interesante es el de Grigori Rasputín, el místico ruso relacionado con los zares, cuyo asesinato lo convirtió en leyenda. En su caso no fue el arsénico, sino el cianuro, lo que el príncipe Yusupov utilizó aquella noche de diciembre de 1916 para envenenarlo.

Yusupov invitó al palacio Moika a su víctima, con la promesa de presentarle a su esposa, la princesa Irina, y lo agasajó con un banquete de pasteles regados con una copiosa cantidad de cianuro. Tras manifestar unas breves molestias, Rasputín siguió comiendo y siguió comiendo y siguió comiendo y, cuando se aburrió de zampar, se puso a tocar la guitarra.

Otra sustancia que posteriormente se encontró en su cadáver, en forma de cuatro pequeños fragmentos, fue el plomo de las balas que Yusupov y sus secuaces dispararon contra él, cuando se hubieron cansado de esperar.

Pero la autopsia finalmente constató que Rasputín no había muerto a causa del cianuro de potasio, ni del plomo que había horadado su anatomia, sino del monóxido de dihidrógeno, vulgarmente conocido como agua, que se encontró en sus pulmones después de que arrojaran su cuerpo a través de un agujero practicado en las aguas heladas del río Neva.

Era tal temor a la supuesta inmortalidad de Rasputín que cuentan que, días después de ser enterrado, alguien exhumó su cadáver y se aseguró de que no volvería a levantarse prendiéndole fuego.

No puedo terminar esta entrada sin alabar a todas las personas que han colaborado, por el momento, en este proyecto:

Sonia Alexandrovna, Carmina Safont, Manuel Pilar, Clara Aguada, Iván M., Bárbara Martínez, Pablo Moreda, el capitán Fco Javier Ayuso, Verónica Urgell, Paco Yago, Abel Fernández, Concha y familia, Tomás Rubio, Sonia, Vicente Soler, Manuel Moreda, Eduardo Lagares, Marta Alegre, Juan Carlos García, Aless1979, José Moreda, Laia Arzo, Lola Mari Orenda, José Vicente Manzana, Igzacu, Javier Alguacil, Israel Flores, Àngels Pilar, Jandro, Maria Bengoechea, Alfredo Fornás, Jesús Moreda, África, Eva Moreda, Berenice y Pepe, Sergio y Elena, Javier Moreda, Anselmo Cortes, Alfonso Lillo, Alejandro Moreno, Eduardo Bernat, Moisés Querol, Roger Moreda, Juanma Martí, Angelina Andrés, Salva Castillo, Igor Moreda, Lara Llorens, Lorenzo Moreda, Marisa Arzo y Ana Zapater...

Y por favor, no dejéis de colaborar, que aún nos queda dos pasitos para alcanzar el objetivo